Cientos de pobladores de las zonas bajas de El Progreso, Yoro, se vieron obligados a abandonar sus hogares una vez más, recurriendo a sus propios medios para proteger a sus seres queridos y pertenencias en medio de intensas lluvias. La amenaza principal provenía del crecido río Ulúa, que amenazaba con inundar las antiguas plantaciones de banano donde residen.
Bajo la persistente lluvia y con agua por doquier, Fredy Bautista, acompañado de su esposa y sus dos hijas, se vio forzado a subirse a una bicicleta cargada con algunas bolsas de ropa. Esta no era la primera vez que tenían que huir de la crecida del río Ulúa.
«Nos llevamos lo más importante, a nuestros hijos, y dejamos nuestra casita, ya que el río está muy crecido», expresó Claudia, mientras caminaba apresuradamente con su hija en brazos.
Junto a ellos, cientos de personas se dirigían hacia el centro de El Progreso en busca de refugio en escuelas y casas de familiares. La situación en la zona había sido tensa durante los últimos 10 días debido a filtraciones en los diques y boquetes que no se habían podido cerrar.
Los habitantes de aldeas como Cuchillas, Soberanos del Norte, Río Chiquito, Las Flores, colonia Duarte, Buena Vista y Amapa comenzaron a evacuar desde el fin de semana, ya que el río Ulúa mantenía niveles máximos en su caudal.
José Francisco Zúniga, presidente de la junta de agua de Río Chiquito, destacó que todos los vecinos decidieron partir por su propia voluntad al percatarse del peligro que representaba el crecimiento del río.
Agregó que no recibieron asistencia para su evacuación, sino que cada familia buscó su propio medio de transporte para proteger a sus seres queridos y pertenencias.
Zúniga y otros hombres expresaron su intención de quedarse en sus casas vigilando algunas posesiones que no pudieron mover. En caso de una inundación, buscarían refugio en los diques.
Según el técnico analista hidromensor Luis Da Costa, la crecida del Ulúa estaba afectando las zonas bajas de El Progreso. También mencionó la posibilidad de que el Ulúa desviara agua hacia el río Chamelecón, generando una mayor carga hídrica, aunque la crecida del Chamelecón era relativamente pequeña.
El río Ulúa alcanzó una altura de 5.35 metros, la más alta del año hasta el momento, afectando a numerosas familias y cultivos de maíz, yuca y plátanos.
La Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) mantenía la alerta roja para Cortés, Santa Bárbara, Islas de la Bahía, Copán, El Progreso, Santa Rita y El Negrito en Yoro debido a la crecida de los ríos. Otros departamentos estaban en alerta amarilla debido a las condiciones climáticas.
Hasta ese momento, cinco personas habían perdido la vida debido a las lluvias provocadas por dos temporales en los últimos 10 días, según informes de la Copeco.
El Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager) estaba brindando atención especial a Cortés y Yoro, donde se encontraban las principales causas de inundaciones. El monitoreo constante de la crecida del Ulúa se mantenía, con la esperanza de que el caudal disminuyera.
La situación se traducía en 7,770 familias afectadas, 684 damnificados, 2,094 evacuados y 1,535 albergados en 293 lugares habilitados. Además, 124 comunidades permanecían incomunicadas, y los departamentos más afectados eran Cortés, Santa Bárbara, Copán y partes de Yoro.
Es importante destacar que, hasta ese momento, los esfuerzos de mitigación en el Valle de Sula, valorados en 500 millones de lempiras, habían funcionado. A pesar de las dificultades, la comunidad mantenía la esperanza de que el Ulúa redujera su caudal, aunque las lluvias continuaban intermitentes.
Se desplegaron equipos de rescate y apoyo a las zonas afectadas, con la participación de efectivos del Ejército, médicos de la Policía Nacional y voluntarios de diferentes instituciones, con el objetivo de brindar asistencia a los residentes de El Progreso y San Manuel, Cortés.
A partir de ese día, se esperaban lluvias en el territorio nacional, aunque de menor intensidad, lo que, según los expertos, no aumentaría los niveles de los ríos Chamelecón y Ulúa.
En municipios como Omoa, las precipitaciones superaron los 600 milímetros de agua, lo que dejaba a la zona vulnerable y alertaba al Comité de Emergencia Municipal sobre posibles deslizamientos de tierra. La única esperanza de los afectados era que el Ulúa disminuyera su caudal, aunque las lluvias continuaban siendo intermitentes.