El aumento de casi 1 lempira por kWh en las tarifas de la ENEE en este mes de julio ha generado un gran malestar entre los abonados hondureños. Es comprensible la frustración cuando, a pesar de haber sufrido numerosos cortes de energía, el consumo reportado no refleja esta realidad. Es preocupante que los ciudadanos perciban que los aumentos de tarifas no se corresponden con una mejora en el servicio, sino más bien con una estrategia para cubrir otros gastos, como los elevados salarios de empleados que no aportan a la eficiencia de la empresa.
El uso del «promedio» para calcular el consumo ha sido criticado durante mucho tiempo, y este último incremento no hace más que profundizar la desconfianza hacia la ENEE. Además, la sospecha de que estos aumentos puedan estar relacionados con la financiación de campañas políticas de cara a las próximas elecciones añade una capa adicional de indignación y descontento.
Lamentablemente, la transparencia no parece ser una característica de esta institución gubernamental, que en lugar de buscar soluciones justas, parece centrarse en exprimir más a los abonados cumplidos, mientras mantiene campañas populistas de regalar energía. Esto genera una injusticia doble, pues aquellos que pagan regularmente sus facturas terminan cubriendo el costo de la energía «regalada» por el gobierno, perpetuando un ciclo de abuso y mala administración que no muestra signos de mejora en el corto plazo.