En los últimos meses, ha surgido con fuerza un discurso que busca justificar la eliminación de las exoneraciones fiscales en Honduras con un argumento simplista: “hay que hacer que las diez familias más poderosas paguen sus impuestos”. Y aunque esa frase pueda sonar popular y atractiva para ciertos sectores, encierra una verdad incompleta, y peor aún, una consecuencia peligrosa.
¿Qué son realmente las exoneraciones fiscales?
Las exoneraciones fiscales son herramientas legales que permiten a ciertas empresas importar bienes, insumos o equipos sin pagar impuestos. Su objetivo original es estimular sectores estratégicos, generar empleo, y abaratar el costo final de los productos al consumidor. Lejos de ser un “privilegio” exclusivo, son parte de una política económica que ha sostenido a muchas pequeñas y medianas empresas en un país con condiciones adversas para emprender.
¿Quiénes se benefician?
No, no son solo las grandes familias empresariales. También se benefician talleres, maquilas, cooperativas, agroindustrias y muchas PYMES que sobreviven precisamente gracias a ese respiro fiscal que les permite competir en un mercado globalizado.
Eliminar estas exoneraciones sin una política clara de transición no es atacar a los poderosos, es golpear al aparato productivo nacional, elevar los precios para los consumidores y condenar al desempleo a miles de personas.
¿Qué consecuencias traería esta eliminación?
- Aumento inmediato de precios: los productos que antes no pagaban impuestos ahora llegarán al consumidor con un 15 % más (o más).
- Reducción de competitividad: muchas empresas que importan materia prima o maquinaria ya no podrán sostener sus márgenes.
- Desempleo: si las empresas gastan más en tributos, ajustarán en lo que más rápido pueden ajustar: personal.
- Desincentivo a la inversión: ¿quién va a invertir en un país donde los incentivos fiscales desaparecen sin aviso?
El verdadero debate que no se está dando
El problema no es la existencia de exoneraciones, el problema es la falta de control sobre su aplicación. Si hay abusos, ¡regúlese! Si hay evasión, ¡persígase! Pero no destruyamos una herramienta que sostiene parte del desarrollo nacional solo por castigar a un grupo económico.
No debemos olvidar que Honduras no está compuesta solo por diez familias. Este país está formado por miles de emprendedores, productores, comerciantes y trabajadores que luchan cada día por salir adelante en medio de una economía frágil y una burocracia que, muchas veces, asfixia más que ayuda.
Conclusión
Quitar las exoneraciones fiscales bajo un discurso populista no es justicia tributaria. Es una medida que, mal aplicada, puede convertirse en un tiro en el pie para la economía nacional. No se trata de proteger privilegios, se trata de proteger la productividad, el empleo y la estabilidad de miles de familias hondureñas.