En un giro inesperado que ha sacudido los mercados financieros y ha despertado inquietud en las principales cúpulas económicas, JPMorgan Chase –el banco más grande de Estados Unidos– ha elevado a un preocupante 60% la probabilidad de que el país entre en recesión este año. Este pronóstico, que marca un aumento significativo desde su anterior estimación del 40%, pone en el centro del debate económico el impacto de las nuevas políticas arancelarias impulsadas por el presidente Donald Trump.
El detonante: aranceles y tensiones comerciales
Michael Feroli, economista jefe de JPMorgan, advierte que la reciente imposición de aranceles ha generado un efecto dominó en la economía estadounidense. Estos aranceles, concebidos como una herramienta para “proteger” la industria local, han comenzado a frenar la contratación, generar incertidumbre y desacelerar la inversión privada, según el informe del banco.
La proyección es clara: una contracción del PIB del 0.3% para finales de 2025, y un aumento en la tasa de desempleo hasta el 5.3%. Además, el S&P 500, termómetro clave del mercado bursátil, ya ha reaccionado negativamente, cayendo a niveles no vistos en los últimos once meses.
Dos lecturas enfrentadas del mismo fenómeno
Mientras JPMorgan suena las alarmas, la administración estadounidense, en voz del Secretario del Tesoro Scott Bessent, opta por minimizar el impacto. En sus declaraciones más recientes, Bessent aseguró que “no hay motivos económicos reales para hablar de recesión”, y defendió los aranceles como parte de una estrategia de largo plazo para estabilizar la economía y controlar la inflación.
Sin embargo, la Reserva Federal, con la sobriedad que la caracteriza, ha intervenido con un mensaje más equilibrado. Jerome Powell, su presidente, admitió que los aranceles pueden tener efectos contractivos en el crecimiento y expansivos en la inflación, aunque todavía considera prematuro hacer ajustes monetarios en respuesta.
Una economía al filo de la cuerda floja
Este choque de perspectivas refleja una tensión profunda: la diferencia entre las narrativas políticas y los indicadores técnicos. Mientras unos venden optimismo, otros encienden luces de advertencia. Lo cierto es que la economía estadounidense se encuentra en una zona de turbulencia, y las decisiones de los próximos meses serán claves para evitar una caída más pronunciada.
Desde una visión empresarial y latinoamericana, este escenario nos invita a mantener los ojos abiertos y reforzar la resiliencia de nuestras operaciones. Lo que suceda en Estados Unidos inevitablemente tendrá repercusiones globales, especialmente para países con vínculos comerciales o dependencia tecnológica del gigante del norte.
¿Y ahora qué?
Aunque una recesión aún no es un hecho consumado, el solo hecho de que entidades como JPMorgan la consideren probable, nos llama a prepararnos. En tiempos así, no se trata de alarmarse, sino de planificar con inteligencia: evaluar riesgos, diversificar ingresos y fortalecer los activos más valiosos de toda empresa: el talento humano y la capacidad de adaptación.
Porque como decía John F. Kennedy:
“La mejor época para reparar el tejado es cuando el sol todavía brilla.”