El pasado 14 de abril de 2025, la cantante y estrella del pop Katy Perry cruzó oficialmente la línea de Kármán —el límite simbólico entre la Tierra y el espacio— a bordo de la cápsula New Shepard, en una misión suborbital operada por la empresa Blue Origin, del magnate Jeff Bezos. El vuelo, de apenas 11 minutos, fue celebrado como una victoria para la representación femenina en la exploración espacial, al contar con una tripulación compuesta exclusivamente por mujeres. Sin embargo, la misión ha encendido un debate que mezcla ciencia, espectáculo, sostenibilidad y marketing.
Una travesía a la frontera del espacio… ¿y del marketing?
Acompañada por figuras como Lauren Sánchez y la ex astronauta Aisha Bowe, Katy Perry no solo se convirtió en una de las pocas civiles en alcanzar el espacio, sino también en la primera artista pop en hacerlo durante una transmisión en directo para redes globales. Sin embargo, más allá del hecho histórico, su interpretación a capela de “What a Wonderful World” a bordo de la cápsula, junto al anuncio de su nueva gira “The Lifetimes Tour”, encendieron las alarmas entre expertos y científicos: ¿fue este un viaje científico, o una estrategia publicitaria de proporciones estelares?
Reacciones divididas
La astrónoma chilena Tere Paneque fue directa en su crítica, calificando el evento como una “campaña de marketing disfrazada de misión espacial”. Varios especialistas coincidieron en que, más allá del simbolismo del vuelo, la misión no tuvo un objetivo científico claro: no hubo experimentos, no se recolectaron datos significativos, y el viaje fue breve y estrictamente turístico.
Incluso medios como Xataka y Business Insider se hicieron eco de las críticas, comparando el viaje con “ir al programa de El Hormiguero, pero en el espacio”. Una frase que, aunque graciosa, plantea una pregunta seria: ¿hasta qué punto se trivializa la exploración espacial cuando se transforma en un espectáculo?
El peso ambiental de 11 minutos
Una de las críticas más duras vino desde el plano ambiental. Un estudio francés estimó que los 11 minutos del vuelo generaron más de 90 toneladas de dióxido de carbono (CO₂), considerando combustibles, preparación logística y procesos asociados. Esto representa una huella de carbono equivalente a la que emitiría una persona promedio en varios años.
Paradójicamente, Katy Perry ha apoyado causas ecológicas en el pasado, lo que ha generado una ola de comentarios contradictorios en redes y medios. Algunos seguidores la defendieron, alegando que el mensaje de inspiración justifica el viaje, mientras otros lo vieron como una incoherencia ambiental.
Consecuencias en el espacio… y en la Tierra
Tras la avalancha de críticas, Katy Perry declaró que se arrepiente de haber convertido su viaje en un evento mediático, aunque no del viaje en sí. La artista reconoció que no previó el impacto negativo que su viaje podría tener en la opinión pública, especialmente en un contexto donde la sostenibilidad y la responsabilidad social pesan más que nunca.
A nivel global, este evento ha generado una reflexión profunda en la comunidad científica y en el público general sobre el rumbo del turismo espacial:
- ¿Debería regularse el acceso al espacio cuando no hay fines científicos claros?
- ¿Cómo balanceamos la inspiración cultural con la ética ambiental?
- ¿Está naciendo una nueva era de “espectáculo espacial”?
Reflexión final
El viaje de Katy Perry ha marcado un antes y un después. Por un lado, representa el avance tecnológico que permite a civiles alcanzar el espacio. Por otro, plantea serias dudas sobre la dirección que está tomando esta conquista: ¿será el espacio el nuevo escenario de marketing para celebridades? ¿O aún queda espacio para la ciencia?
Quizás, como humanidad, debamos recordar que las estrellas no solo brillan por ser vistas, sino por lo que nos enseñan.